lunes, 4 de abril de 2011

ESPIRITUALIDAD BÍBLICA

Entre las diversas ramas de la teología una de las más importantes es la teología espiritual, ya que ésta trata de encarnar en la vida del creyente sus dogmas de fe o de dar sentido a las normas y mandamientos que pueden guiar su vida.


Todo lo que nosotros podemos saber sobre la Palabra de Dios o la Historia de salvación debe tener un punto de discernimiento para evaluar su validez y éste es el modo cómo lo hacemos realidad. La Biblia nos habla de muchos personajes, a través de los cuales se hace vida la salvación que Dios ofrece a la humanidad. Ellos tienen principios y valores que los guían  en dar una respuesta adecuada a la misión que Dios les encomienda.

Esos principios y valores constituyen una cultura bíblica, que se va purificando y enriqueciendo a medida que Dios se va revelando en la historia de la humanidad. A este conjunto de principios y valores, a esa como cultura bíblica la llamamos espiritualidad bíblica , que incluye matices diferentes, a veces muy diferentes, en el Antiguo y en el Nuevo testamento respectivamente.

En este espacio queremos ir presentando los rasgos espirituales de esta cultura bíblica; los del Antiguo Testamento porque son la base de todo lo que viene a “cumplirse” en el Nuevo, y los del Nuevo porque son el modo como Cristo nos describe su propia espiritualidad, que da el contenido real a toda la historia de salvación.

En general, lo que estudia  un tratado bajo el título de espiritualidad o teología espiritual es el desarrollo de la vida espiritual de una persona que profesa una forma de religiosidad o de relación con Dios o con lo sobrenatural. Esa vida espiritual es el paralelo de la vida corporal: lo que supone la vida corporal para el cuerpo es la vida espiritual para el espíritu. Porque nuestra vida está compuesta de cuerpo y espíritu y, en palabras textuales de san Juan, “el espíritu es el que da la vida, la carne no tiene nada que ofrecer” (Jn 6, 63).

Sin embargo, no podemos confundir el cuerpo, como conjunto o sede de las pasiones que están en lucha con el espíritu, en otras palabras de san Pablo, (Rm 8, 7) con el cuerpo como sede de las facultades más nobles del ser humano: inteligencia y voluntad. En efecto, la vida del cuerpo está en función de la vida del alma, el cuerpo está en función del espíritu, pero también es verdad que “la gracia trabaja con la naturaleza”: si la naturaleza humana de una persona no tiene un control o ejercicio normal de sus facultades, la acción de la gracia estará mermada  o anulada en ella.

Partiendo de estos conceptos básicos, iremos presentando algunos principios y valores que dan sentido a la vida espiritual del creyente del Antiguo Testamento y al del Nuevo Testamento, considerando las palabras  de san Pablo al referirse al Antiguo Testamento como “ejemplo  para nosotros y para que no ambicionemos lo malo como lo hicieron ellos” (I Cor 10, 6). Pero también el Antiguo Testamento nos ofrece “una gran nube de testigos” que con su misma vida, en muchos caso, y con su martirio, en otros, nos dan ejemplo de fe y perseverancia en la práctica del bien (Hbr 11, 32-40; 12, 1).
Hno. Jesús Ma. Bezunartea

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