viernes, 15 de abril de 2011

DOM DE RAMOS – ciclo A - (Mt 26, 14-27. 66) –


             
1. INVOCA
·         Prepárate para iniciar la oración. Vete dejando a un lado las ocupaciones y preocupaciones. Prepara la Biblia, la hoja, el librito amarillo.
·         Este rato es muy importante en tu vida. El Señor te va a dirigir su Palabra. El Espíritu va a iluminar tu capacidad de comprensión de la Palabra. Y te va a dar los ánimos suficientes para seguir sus mociones.
·         Suplicamos al Señor que vayamos copiando la actitud de María: Hágase en mí según tu Palabra.

2. LEE LA PALABRA DE DIOS (Mt 21, 1-11) (Qué dice la Palabra de Dios)

 

Contexto litúrgico

·         En la bendición de los Ramos, se lee el relato de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. El Evangelio de la Misa nos presenta la narración de la Pasión de Jesús según san Mateo.
·         Con este Domingo de Ramos comenzamos la Semana Santa. Así llamada porque, de un modo especial, conmemoramos y celebramos el misterio pascual del Señor.

 

Contexto bíblico

·         El relato de la Pasión no es sólo una narración de lo sucedido, como si fuera una historia más. Es proclamación de la fe post-pascual. Mateo, como los otros evangelistas, narra estos acontecimientos desde la luz de la Pascua, que brota de Jesús Resucitado.
·         Mateo, lo sabemos, escribió su evangelio, sobre todo para los cristianos provenientes del pueblo judío. Por eso, pone todo su interés a lo largo de todo el evangelio en subrayar que lo que acontece en Jesús estaba ya profetizado. La plenitud de la Alianza, de la liberación y de las promesas llega con Jesús que asumen y realiza el proyecto divino de salvación de los humanos.
·         En medio de los sufrimientos físicos, sicológicos y morales, Jesús es contemplado como el protagonista de toda la acción de la Pasión. Jesús sabe que camina hacia la muerte y sabe que ésta no es el final. El conflicto con las autoridades judías es muy claro. Y el triunfo de Jesucristo más evidente.
·         Así, la comunidad cristiana sufre menos la Pasión de Jesús. Porque la contempla desde la victoria del Resucitado. Cristo Resucitado está presente en la comunidad cristiana que afirma que Él está vivo.
1. El sufriente glorificado
·         Tradicionalmente se han recargado las tintas del dolor físico de Jesús: azotes, corona de espinas, crucifixión, muerte.
·         Hay que descubrir el fondo de la conciencia de Jesús a lo largo de su vida y de su pasión:
o    la entrega al Padre por amor, para vivir en sintonía con su voluntad, es decir, aceptar y llevar adelante el plan de salvar a la humanidad, por encima de todas las traiciones, injusticias y rechazos de los hombres. (2ª lectura de hoy, Is 50, 4-7). Jesús es el verdadero Siervo de Yavé;
o    la superación del sufrimiento, cuando se tiene claro que todo conduce a la vida verdadera para Jesús y para los demás por la resurrección. Dios saca bien del mal;
o    la glorificación del Hijo, que, pasando por el dolor y la muerte, experimenta que el Padre le ama, sufre con Él y le conduce a Él y a la humanidad con Él a la felicidad total. Dichosos los perseguidos por hacer la voluntad de Dios, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt 5, 10);
·         Jesús, con el gran gesto de su entrega, nos descubre el proceso que el discípulo debe seguir: Tengan los mismos sentimientos que corresponden a quienes están unidos a Cristo Jesús (2ª lectura, Flp 2, 5ss.).
·         Este himno que describe el “abajamiento” (kénosis) y la glorificación de Jesús es también el itinerario del discípulo.
2. Los discípulos: reflejo de nuestras actitudes
·         El proceso de Jesús en su pasión y muerte nos revela el gran amor que el Padre nos tiene. Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único (Jn 3, 16).
·         Y la respuesta de los humanos a este gran amor está tipificada y representada por los discípulos de Jesús. Recordemos las actitudes de tres discípulos en la pasión y muerte de Jesús:
a. Pedro
·         Es el discípulo que negó y lloró su pecado. Es el primero en confesar a Jesús. Y es el primero en negarlo. El que dijo que estaba dispuesto a dar la vida por Jesús, pero que termina abandonándolo como todos los demás.
·         Es el valiente de palabra, pero débil de hecho, con su rápida promesa de fidelidad y su rapidez en romperla.
·         Con Pedro nos identificamos más: buena voluntad, pero débiles.
b. Judas
·         Es el prototipo de los que siguen a Jesús de cerca; pero, le desvía del seguimiento sus ambiciones desmedidas.
·         Nuestra conducta no es tan directamente traidora como la de Judas; pero, nos alejan de Él: la indiferencia, la rutina, la vanagloria (nos creemos los buenos)...
·         La peor traición al Evangelio no es la que se hace frontalmente, sino la que se realiza solapadamente.
·         El peor pecado que podemos tener: creernos buenos y sin necesidad de conversión.
c. El discípulo amado
·         Es el discípulo sin nombre y sin rostro, aunque la tradición lo identifica con Juan. Poco conocemos de él, pero lo suficiente.
·         Fue el único que siguió a Jesús sin negarle; el único que resistió de pie la muerte de Jesús, junto a la Madre, María.
·         Su apelativo de discípulo amado lo dice todo: sólo desde el amor se comprende la entrega de Jesús por amor; la superación de los sufrimientos, abandono de los discípulos y experiencia del abandono del Padre. Sólo el Amor hace grande este vía-crucis de Jesús. Y sólo el amor es quien nos hace superar nuestras limitaciones, dolores, persecuciones y muerte.

3. MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)
·         Todo lo ha sufrido por mí. Cada acto de Jesús lo ha soportado con generosidad porque me amaba y me ama.
·         Ésta es la sabiduría de la cruz. La que nos descubre san Pablo en 1 Cor 1, 22-25: Se trata de un Cristo que es fuerza y sabiduría de Dios. Pues lo que en Dios parece locura, es más sabio que los hombres; y lo que en Dios parece debilidad, es más fuerte que los hombres (vs. 24 y 25).
·         Mi verdadera fortaleza es la de Cristo. Cuando me siento débil, entonces es cuando soy fuerte (2 Cor 12, 10).

4. ORA  (Qué le respondo al Señor)
·         Ante Jesús crucificado y resucitado, mi postura es de acción de gracias ante el Amor total que Jesús me manifiesta en su misterio pascual.
·         Gracias, Jesús, por tu gran generosidad. Sin Ti, mi vida no tiene sentido. ¡Gracias!

5. CONTEMPLA
·         A Jesús, que nos abre a la comprensión del misterio del sufrimiento humano y de la muerte.
·         A Jesús, que nos fortalece siempre en nuestras debilidades. Te basta mi gracia, ya que la fuerza se manifiesta en la debilidad (2 Cor 12, 9).
·         A mí mismo: Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. Ahora, en mi vida terrena, vivo creyendo en el Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí (Gal 2, 19-20).

6. ACTÚA
·         Repetiré agradecido: Toda lengua proclame que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre (Flp 2, 11).
·          
·         Recitemos todos el Padrenuestro, despacio, para que el Amor del Padre en Jesús impregne nuestras personas.

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