viernes, 22 de abril de 2011

DOM PASCUA DE RESURRECCIÓN - ciclos A-B-C- (Jn 20, 1-9) -


1.  INVOCA

·         Haz el esfuerzo para concentrarte  en este tiempo de oración. Es la fiesta mayor del encuentro con el Señor Resucitado, que brilla con todo el esplendor de vida y de gracia.
·         El misterio que celebramos nos deja fascinados y envueltos en la vida que Jesús glorificado nos ofrece.
·         Nos sentimos comos los apóstoles, con miedo, pero, al fin, confiados y alegres porque Jesús Resucitado se nos presenta lleno de vida y de consuelo para los suyos, para nosotros.
·         Invocamos al Espíritu: Veni, Sancte Spiritus.  Es el mejor regalo que nos da el Resucitado.

2.  LEE LA PALABRA DE DIOS  (Jn 20, 1-9)  (Qué dice la Palabra de Dios)

Contexto litúrgico

·         Los textos de la Misa del día de Pascua nos da todos los elementos para una meditación detenida y contemplativa del gran misterio que celebramos.
·         Después de la celebración, hermosa y brillante, de la Vigilia pascual, tenemos la posibilidad de vivir en la Misa del domingo, la presencia consoladora del Resucitado en nuestras vidas.

Contexto bíblico

·         No se pueden leer los relatos de la resurrección de Jesús y de las apariciones, que nos traen los evangelios, como puramente históricos. Son relatos de fe, reflexionados y vividos por las comunidades cristianas. Y así hay que interpretarlos.

Texto

1, El primer día de la semana (el domingo) muy temprano (v. 1)

·         Este es un título para significar lo que para el evangelista quiere decir la resurrección. Es el día:
-       de la verdad (el día después del sábado);
-       “aquel día”, anunciado por los profetas;
-       del comienzo de lo nuevo para siempre;
-       de los nuevos tiempos;
-       de la nueva creación.
·         Jesús Resucitado inaugura la nueva creación, la definitiva, la novedad de la restauración de todas las cosas en Cristo.
·         El sepulcro vacío y las apariciones son formas literarias para expresar la fe de los discípulos en el Resucitado. El autor del cuarto evangelio nos está diciendo que las vendas y el sudario, tal como se encontraban (vs. 6 y 7), querían indicar  que el rumor de que había sido robado el cadáver de Jesús era falso.
·         Para el discípulo amado,  le fue suficiente “ver” todo aquello para “creer” en el Resucitado. Por eso, se afirma que llegó al sepulcro antes que Pedro. Se dio cuenta de lo que significaba todo aquello.
·         La comunidad de Jesús, que un principio buscaba un cadáver,  va aclarando cada vez más su fe en el Resucitado.
·         María Magdalena busca un cadáver. Y lo hace amor, prontitud, sensibilidad, dolor, sin esperanza.
·         Pedro es respetado como autoridad y entra el primero en el sepulcro. Comprueba, pero no cree. El discípulo amado ve y cree. El amor  lleva a la fe, no tanto la autoridad.

2.  Vio y creyó  (v. 8)

·         El discípulo amado pasa de “ver” la realidad a “creer” en otra realidad más profunda, más total: Cristo Resucitado.  Cuanto más se deja uno conducir por la luz de la fe tanto “ve” de otro modo la realidad, exterior e interior. Hay un cambio en el mirar y en el contemplar de las personas y de las cosas, cuando la resurrección lo ilumina todo.
·         Porque la resurrección de Jesús  transforma la creación. Primero, transforma a sus mismos discípulos: de hombres tímidos y cobardes a personas valientes y entregados. Han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3, 3). Transforma la realidad de la sociedad. Porque hace nuevas todas las cosas. Porque la creación misma espera anhelante que se manifieste lo que serán los hijos de Dios  (Rom 8, 19).
·         La fe en Cristo Resucitado conduce al creyente a sentirse nueva criatura. Han sido sepultados con Cristo en el bautismo, y también con él han resucitado, pues han creído en el poder de Dios, que lo ha resucitado de entre los muertos  (Col 3, 11).
·         La fe transforma la dura realidad, de sufrimiento y  desesperanza, en un nuevo modo de vivir, ver, entenderlo todo, con ojos limpios,  corazón transparente, con alegría ante la contradicción. La fe cambia el dolor en amor, la tristeza en sonrisa, el mal en bien.
·         La fe nos lleva no a explorar el sepulcro vacío de nuestra existencia. La fe nos conduce a llenar la vida del gozo de la resurrección para recrear todos nuestros valores, sentimientos, actitudes y conducta.

3.  MEDITA   (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)

·         El hecho de la resurrección de Jesús ha de cambiar tu vida. Como a la Magdalena y a los discípulos. Déjate impresionar por la energía del Resucitado. Relee y medita con actitud de fe los relatos de las apariciones de Jesús. Siéntete como uno de los discípulos: con miedo, pero con ganas de superarlo; con dudas, pero con hambre de creer y confiar totalmente en Jesús.
·         ¿Qué sepulcros vacíos hay en tu vida? ¿Qué tinieblas dominan tu interior, que no dejan brillar la luz del Resucitado?  ¿Cuándo amanecerá para ti el  primer día de la semana,  el domingo sin ocaso, el día del Señor?
·         ¿Qué es lo que te impide  entregarte de lleno al Resucitado?  ¿Cuáles son para ti los signos en los que ves a Cristo Resucitado: los pobres, los desesperanzados, los miedosos, los cobardes, los bautizados sin compromiso? ¿Cómo  hacer para que ellos crean y confíen intensamente en el Resucitado?

4.  ORA  (Qué le respondo al Señor)

·         Jesús Resucitado, haz que el resplandor de tu luz nueva venza las tinieblas de nuestra conciencia,  y nos descubra el valor auténtico de nuestra vida.
·         Jesús Resucitado y lleno de vida, haz que nuestra existencia tenga siempre sentido, lo que hacemos,  lo que pensamos, lo que dejamos de realizar por nuestra limitación. Llena Tú nuestra insuficiencia y pequeñez.

5.  CONTEMPLA

·         A Jesús radiante y  lleno de vida, que te invita a entrar en su ámbito de vida y resurrección.
·         A ti mismo, para que puedas decirte con íntima convicción: ¡Si Jesús vive, eso me basta!

6.  ACTÚA

·         Repite con frecuencia la Palabra de la 2ª lectura de este domingo: Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba  (Col 3, 1).

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