martes, 21 de junio de 2011

Ignorar las Escritura es ignorar a Cristo .

¿Quién dijo esta frase?

Esta frase podemos leer el Concilio Vaticano II, que nos animó a todos los cristianos a leer las santas Escrituras, los libros del Antiguo Testamento Testamento, y los del Nuevo Testamento
Pero antes del Concilio la había acuñado un santo Padre, San Jerónimo, que venido de Roma había pasado más de 30 años de su vida en Tierra Santa y concretamente en Belén, traduciendo al latín los libros sagrados, traduciendo y comentando, envuelto en la oración y la penitencia. Justamente al ponerse a comentar al profeta Isaías, escribió en el Prólogo:
“Cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos de Cristo, que dice: Estudiad las Escrituras, y también: Buscad, y encontraréis, para que no tenga que decirme, como a los judíos: Estáis muy equivocados, porque no comprendéis las Escrituras ni el poder de Dios. Pues, si, como dice el apóstol Pablo, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.

Por esto, quiero imitar al padre de familia que del arca va sacando lo nuevo y lo antiguo, y a la esposa que dice en el Cantar de los cantares: He guardado para ti, mi amado, lo nuevo y lo antiguo; y, así, expondré el libro de Isaías, haciendo ver en él no sólo al profeta, sino también al evangelista y apóstol. Él, en efecto, refiriéndose a sí mismo y a los demás evangelistas, dice: ¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva! Y Dios le habla como a un apóstol, cuando dice: ¿A quién mandaré? ¿Quién irá a ese pueblo? Y él responde: Aquí estoy, mándame.
Nadie piense que yo quiero resumir en pocas palabras el contenido de este libro, ya que él abarca todos los misterios del Señor: predice, en efecto, al Emmanuel que nacerá de la Virgen, que realizará obras y signos admirables, que morirá, será sepultado y resucitará del país de los muertos, y será el Salvador de todos los hombres”.

La cosa viene de atrás

Cuando el ardiente san Jerónimo, que sabía la Escritura al dedillo, escribía de este forma, no iniciada un camino nuevo, sino que al cosa venía de atrás. En el siglo II, San Melitón de Sardes escribía para Pascua estos pensamientos, hablando de la presencia de Cristo Jesús, Cristo pascual, en el Antiguo Testamento:
“Él es quien sufría tantas penalidades en la persona de muchos otros: él es quien fue muerto en la persona de Abel y atado en la persona de Isaac, él anduvo peregrino en la persona de Jacob y fue vendido en la persona de José, él fue expósito en la persona de Moisés, degollado en el cordero pascual, perseguido en la persona de David y vilipendiado en la persona de los profetas”.

Y antes más
Pero antes más… tenemos que remontarnos a Jesús, así recordado por los evangelistas. En el Monte de la Transfiguración de pronto se presentan ante él Moisés y Elías. Los llevaba dentro de su corazón; le eran tan familiares... Y en el Evangelio de san Juan encontramos frases misteriosas: “Isaías dijo esto porque vio su gloria y habló de él” (Jn 12,41).
El evangelista san Juan, representado como un águila, ha visto así. En el Antiguo Testamento estaba Jesús. El evangelista pone en labios de Jesús esta frase: “Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí” (Jn 5,46).
En suma, la Biblia entera – los 46 libros del Antiguo Testamento y los 27 del Nuevo Testamento – forman un solo libro. Este único libro tiene un solo eje. Y ese eje se llama Cristo. Lo comprendemos mejor: Ignorar las Escritura es ignorar a Cristo.

0 comentarios:

Publicar un comentario