martes, 14 de junio de 2011

En cada casa una Biblia (Benedicto XVI)

Verbum Domini: Palabra del Señor

En el mes de noviembre pasado apareció un documento dirigido a todos los católicos como “exhortación apostólica” firmado por nuestro querido Benedicto XVI que lleva por título Verbum Domini, es decir, La Palabra del Señor. La fecha de referencia es el 29 de septiembre de 2010, fiesta de san Jerónimo, doctor máximo en la interpretación de las santas Escrituras.
Este documento, anhelado por cuantos andamos en estas lides, placeres y deseos de la Biblia, era, ya anunciado, el resultado del Sínodo de Obispos que se celebró hace dos años (octubre 2008) sobre “La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia”. Ese mismo lema lo ha escogido el Papa, como subtítulo, para su exhortación al episcopado, al clero, a las personas consagradas y a los fieles laicos.
El documento tiene tres partes: La Palabra de Dios (Dios que habla, el hombre que escucha); La Palabra de Dios en la Iglesia (vivir nosotros, discípulos de Jesús, con su divina Palabra); La Palaba de Dios para el mundo (evangelizar con la Palabra de Dios).
Para mí, que he dedicado los 50 años de mi sacerdocio a la Palabra de Dios, que tuve la gracia de estudiar en Jerusalén, ha sido un documento “embriagador”. ¡Cómo he disfrutado con él, leyéndolo en el Internet antes que pudiera tenerlo en las librerías!
Y lo digo al lector o lectora, sobre todo, si es catequista, para que haga la prueba.
La renovación católica en la Biblia se actuó decididamente hace 67 años cuando el Papa Pío XII firmó el día de san Jerónimo de 1943 la encíclica “Divino Afflante Spiritu” (Inspirando el Divino Espíritu), cuyo subtítulo era este: “Sobre los estudios bíblicos”. Después vino el Concilio, y promulgó la constitución “Dei Verbum” (La Palabra de Dios, año 1965), base de todos los documentos que vinieron después. Ahora, esta Exhortación del Papa viene a ser el coronamiento, y marca el estilo definitivo que se va siguiendo en la Iglesia.

Una Biblia en cada casa

Veamos qué dice exactamente el texto. En el número 85 leemos: “…Por eso, el Sínodo desea que cada casa tenga su Biblia y la custodie de modo decoroso, de manera que se la pueda leer y utilizar para la oración. Los sacerdotes, diáconos o laicos bien preparados pueden proporcionar la ayuda necesaria para ello. El Sínodo ha encomendado también la formación de pequeñas comunidades de familias, en las que se cultive la oración y la meditación en común de pasajes adecuados de la Escritura. Los esposos han de recordar, además, que «la Palabra de Dios es una ayuda valiosa también en las dificultades de la vida conyugal y familiar»”.
¿De qué se trata? No es una Biblia de tapas blancas, pequeña, letra menuda, que la tía regala con mucho caiño a su sobrinito o sobrinita con un rosario de cuentas de nácar (¡hermosa fotografía!) en el día de la Primera Comunión; no es una Biblia de lujo para lucirla en el librero, sin quizás abrirla.
Es una Biblia de lectura, con letra muy clara, con notas a pie de página, y si tiene buena encuadernación tanto mejor. Una Biblia para abrirla con respeto en medio de la mesa, y leerla en voz alta de modo digno, para besarla al terminar la lectura, para honrarla con un adorno floral y acaso un pequeño cirio. En suma, una Biblia para estudiarla y para rezar con ella.
¿Qué piensan los lectores? Por ejemplo: antes de cenar, se quita la voz a la TV y se lee un parrafito de la Biblia. Sin duda que la cena va a ser más sabrosa. Es nada más que un ejemplo…, que habrá otros mejores.

Los tres signos sagrados de la familia

La fe que llevamos en el corazón la expresamos con signos. Esto sale de dentro sin que nadie nos lo enseñe. He aquí tres signos sagrados que no deberían faltar en ninguna familia que de verdad se profese familia cristiana:
El crucifijo.
La imagen de la Virgen.
La Biblia
Son pensamientos de alguien que ya ha bregado bastante en la vida y que, al paso que van blanqueando los cabellos, se siente con una misteriosa y pujante juventud…

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